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Una nueva teoría que sostiene que los bosques controlan el movimiento de las precipitaciones podría revolucionar a la meteorología moderna

La nueva teoría, que ha sido ampliamente ignorada por la comunidad científica, podría cambiar la forma en la que las generaciones futuras aprecien a los bosques.




Victor Gorshkov y Anastassia Makarieva, dos científicos rusos del laboratorio de Física Nuclear de San Petersburgo, publicaron una teoría revolucionaria que pone de cabeza a la meteorología moderna, argumentando que el mayor impulsor de los vientos no es la temperatura, sino los bosques y su capacidad para condensar la humedad. Aunque este modelo tiene vastas implicaciones en muchas ciencias, ninguna es de mayor importancia que la que tiene sobre la conservación de las selvas, ya que se presume que éstas son cruciales para “bombear” las precipitaciones de un lugar a otro. La teoría explica, entre otros enigmas, el porque la deforestación de las regiones costeras tiende a producir aridez hacia el interior de los continentes.



Aunque la teoría ha generado una variedad de reacciones contrapuestas, que van desde la desaprobación a los halagos, hasta el momento ha sido ampliamente ignorada por la comunidad científica internacional, desde que se publicó por vez primera en una pequeña revista en el año 2007. Un nuevo artículo de Douglas Sheil y Daniel Murdiyarso publicado en la revista Bioscience intenta remediar la situación al introducir (o reintroducir) la teoría a los científicos de todas las disciplinas, muchos de los cuales probablemente nunca hayan escuchado de ella a pesar de sus vastas y radicales implicaciones.



China. Photo by Rhett A. Butler.

EL Dr. Sheil afirma que la teoría ha sido ignorada totalmente “porque sencillamente es demasiado radical para que alguien la acepte”, además que los artículos originales contienen ecuaciones matemáticas y un lenguaje complicado.



Durante mucho tiempo, las ideas convencionales sobre la generación de las precipitaciones han vinculado a los bosques con las lluvias, pero las teorías aún tienen que describir adecuadamente la naturaleza de esta relación y sus causas subyacentes. Se ha observado que la deforestación a gran escala ocasiona una disminución en la precipitación y en la formación de nubes, así como estaciones más extremas.



Según el artículo de Murdiyarso y Sheil, las teorías tradicionales no sólo fallan en revelar la conexión existente entre los bosques y las lluvias, sino que también les falta explicar completamente la producción real de precipitaciones a lo largo de distintas regiones. De hecho, el conocimiento actual “no ofrece un explicación clara acerca del hecho de que las llanuras de tierras bajas que se encuentran al interior de los continentes mantienen climas húmedos”, como por ejemplo en la Amazonía o en el Congo, detallan Murdiyarso y Sheil. Si uno emplea únicamente la teoría convencional que dice que “la cantidad de precipitación disminuye exponencialmente a medida que aumenta la distancia a los océanos”, entonces todos los continentes se verían desde el espacio como espirales verdes retrayéndose, en donde el paisaje se tornaría más terroso y seco hacia las proximidades de su centro.



Australia. Photo by Rhett A. Butler.

Aquí es donde la novedosa teoría de Makarieva y Gorshkov rellena los huecos. Ellos conciben una “bomba biótica” que hace que “las áreas capaces de mantener altos niveles de condensación atmosférica atraigan aire y humedad de otros lados”. ¿Qué regiones mantienen altos niveles de condensación atmosférica? La respuesta es bastante sencilla: los bosques y las selvas. Las selvas lluviosas tropicales lo hacen en mayor medida que los bosques templados, pero ambos son importantes.



“En los bosques se presenta una alta evaporación, lo cual permite que el ciclo funcione”, describe Sheil a Mongabay.com; “esto explica cómo es que los húmedos interiores de los continentes reciben copiosas precipitaciones”.



Para explicar a detalle la teoría de la ‘bomba biótica’, Mongabay.com cita textualmente a Makarieva y Gorshkov:



“Cualquier bomba (por ejemplo, una bomba hidráulica que envía agua hacia una piscina o nuestras bombas respiratorias [los pulmones] que bombean aire al interior del cuerpo), funciona creando un caída en la presión del fluido, de tal forma que el torrente del mismo se dirige hacia la zona de menor presión. En el caso de la bomba biótica de humedad atmosférica, ésta disminución en la presión del aire se crea por la condensación del vapor de agua. Esto se debe a que la presión del aire a nuestro alrededor es proporcional al número de moléculas de gas en un volumen determinado. La condensación del vapor de agua hace que desaparezcan las moléculas de vapor, lo cual ocasiona una caída en la presión atmosférica. La baja presión es de particular importancia ya que se ha registrado con gran precisión pero “ha sido rutinariamente ignorada” por los meteorólogos convencionales, de acuerdo al artículo de Murdiyarso y Sheil.



Indonesia. Photo by Rhett A. Butler.

“Una vez que se crea el gradiente de presión,” continúan Makarieva y Gorshkov, “el aire húmedo comienza a fluir hacia la zona en donde se está llevando a cabo la condensación. El vapor de agua que es acarreado por este aire sostiene el proceso de condensación y, por lo tanto, sostiene el gradiente de presión estacionario. Sin embargo, a medida que el aire que llega se torna más seco (sin vapor de agua), no hay nada que sostenga la condensación, por lo que la presión atmosférica tiende a equilibrarse y el gradiente de presión desaparece. Por eso, para que la bomba funcione se necesita un proceso continuo de evaporación que libere humedad en forma de gas hacia la atmósfera.” Ninguna región produce este proceso de evaporación de forma más efectiva que las selvas lluviosas tropicales.



“Una selva natural que evapora activamente funciona como una bomba hidráulica, generando continuamente un menor presión atmosférica sobre su dosel y por lo tanto atrayendo aire húmedo del océano”, afirman Makarieva y Gorshkov. Si la selva es talada o destruida, el agua simplemente dejará de ser bombeada desde el océano y se agotará tierra adentro, produciendo desertificación.



Pero, ¿cómo se comporta este nuevo modelo de énfasis radical con respecto a los patrones climáticos observados en la realidad?



Makarieva y Gorshkov aseguran que su teoría “es lo bastante robusta para explicar de forma numérica las velocidades del viento registradas en todos los patrones de circulación observables, desde los ciclos continentales estacionarios a gran escala como la ‘bomba biótica’ de la selva amazónica, hasta las pautas confinadas espacio-temporalmente como los huracanes y los tornados”.



Bocas del Toro. Photo by Rhett A. Butler.

Y entonces viene la declaración que ha hecho que los meteorólogos se retuerzan en sus tumbas: “esto indica que la condensación del vapor de agua no sólo es un factor que no había sido tomado en cuenta previamente, sino que, en comparación con los gradientes de temperatura, es el principal agente causal de la circulación atmosférica sobre la Tierra”



Durante mucho tiempo la meteorología se ha basado en el concepto de que la temperatura controla el sistema de vientos sobre el globo, pero la nueva hipótesis desafía ese argumento al sostener que los océanos y los bosques son los verdaderos motores de dicho sistema, en función de su capacidad para condensar el vapor de agua.



Para ejemplificar, Makarieva y Gorshkov apuntan hacia la Australia prehistórica. Ellos creen que la bomba biótica “explica la misteriosa conversión de los bosques australianos en desiertos, lo cual, a grandes rasgos, coincide con la aparición de los primeros humanos en ese continente”.



Según estos investigadores, estos antiguos pobladores se asentaron a lo largo de la costa y quemaron las pequeñas franjas boscosas de esta zona, con lo cual “se interrumpió la comunicación entre los océanos (el conducto de la bomba se cerró) y los bosques del interior experimentaron una rápida desertificación”.



En pocas palabras, la pérdida de los bosques costeros, que habían estado dirigiendo lluvias desde el océano hacia el interior, ocasionó el clima seco que actualmente observamos en Australia. De no haber perdido sus bosques costeros, el ambiente australiano hoy sería totalmente distinto y no sufriría de sequías extremas y persistentes.



Las repercusiones son extensas y numerosas



Las implicaciones que tiene la explicación de los patrones de precipitación de Makarieva y Gorshkov, así como el rol fundamental de los bosques, son numerosas y revolucionarias, razón por la cual la teoría genera tanta controversia, o por la cual sencillamente es descartada. No obstante, sus autores no escatiman palabras cuando señalan la importancia de su hipótesis y las repercusiones para los científicos de todas las disciplinas: “la bomba forestal biótica puede ser considerada como la joya de la corona en la evolución de la biota terrestre, ya que en última instancia fue ésta bomba la que permitió que la vida floreciera sobre la tierra”.



Panama. Photo by Rhett A. Butler.

Los impactos son enormes sobre la conservación de los bosques, ya que la bomba biótica argumenta que los grandes territorios boscosos son los que en los hechos transportan y mantienen los niveles de precipitación. “Esto debería estimular a que muchos propietarios de terrenos aprecien el gran valor que representa mantener grandes extensiones forestadas”, indica Sheil.



No obstante que las selvas tropicales son los ecosistemas más productivos en términos de precipitación, Makarieva y Gorshkov aseguran que los bosques templados también son vitales. “Este año publicamos una extensión del análisis de los patrones de precipitación que incluyó a más regiones de Norteamérica. A partir de los nuevos datos se hace evidente que los bosques secundarios degradados de esta región están en vías de desertificarse, perdiendo su capacidad para transportar agua atmosférica a través del continente”. En cierto sentido, este es un ejemplo contemporáneo de lo que los científicos afirman ocurrió en Australia hace miles de años.



En función de que no se avizora un cese a la deforestación, los científicos analizaron la importancia que tienen sobre la ‘bomba biótica’ los bosques secundarios que ocurren a nivel mundial. Makarieva y Gorshkov se muestran escépticos sobre la capacidad de éstos bosques para mantener la circulación de humedad, atribuyéndole mucha más importancia a los bosques primarios.



“Todas las funciones ambientales y ecológicas de los bosques [secundarios], incluyendo la capacidad de bombeo, evidentemente se encuentran debilitadas y desestabilizadas en comparación con las capacidades de los bosques primarios imperturbados”, relatan a Mongabay.com. “Sin embargo, los bosques secundarios pueden tener un gran valor si se les permite su recuperación hacia el estadio primario”.



No obstante, ya apareció una leve fisura en la teoría con respecto a la supuesta incapacidad de los bosques secundarios para atraer las lluvias. Murdiyarso y Sheil argumentan en su estudio que los bosques secundarios e incluso las plantaciones forestales “pueden tener deseables propiedades evaporativas”.



United States. Photo by Rhett A. Butler.

Sheil va más allá, diciendo que él piensa que el valor relativo de los bosques secundarios “necesita ser examinado más cuidadosamente. Concuerdo en que seguramente serán menos efectivos pero descartar su valor potencial también parece equivocado. Necesitamos más datos”.



Murdiyarso y Sheil también argumentan en su artículo que con la hipótesis de la bomba biótica resurge una idea controvertida: el reverdecimiento de los desiertos. La meteorología convencional plantea que es imposible reverdecer los desiertos, es decir, convertirlos, con ayuda humana, en bosques autosustentables; pero la nueva teoría cambia esta noción. Quizás pueda forestarse desde las costas hacia el interior desértico, llevando consigo las precipitaciones y reconfigurando el ecosistema por completo. En efecto, este podría ser el efecto inverso de lo que ocurrió en la Australia prehistórica.



“Si pudieran establecerse bosques a gran escala en los desiertos (tal como sugiere la nueva hipótesis), probablemente podrían, de ser planificados adecuadamente, atraer la lluvia necesaria para su crecimiento”, afirma Sheil. “Una vez que estas áreas estuvieran forestadas, los bosques tendrían que sostenerse y capturarían considerables cantidades de carbono (ayudando a reducir los gases de efecto invernadero y a limitar el calentamiento global)”.



De hecho, son muchas las implicaciones ante el calentamiento global, incluyendo la reevaluación de la respuesta de los antiguos ecosistemas ante el cambio climático. Sin embargo, para fines prácticos, la nueva teoría le asegura a los bosques un papel importantísimo. Aunque desde hace tiempo se les reconoce como ‘sumideros de carbono’, ahora también podrían ser reconocidos como los ‘dadores de lluvia’, la cual es vital para mantener un clima estable y productivo para cada una de las especies que habitan el planeta.



Reacciones: desde las críticas hasta las comparaciones con Copérnico



“Podríamos describir las primeras reacciones ante nuestros hallazgos como un sobresalto silencioso, después de lo cual vino la negación”, escriben Makarieva y Gorshkov, haciendo notar las dificultades que han encontrado no sólo para que su hipótesis sea aceptada, lo cual puede significar un largo camino, sino sencillamente para ser leída y tomada en cuenta.



Ngorongoro Crater, Tanzania. Photo by Rhett A. Butler.

Sheil, que se encuentra ayudando a dar a conocer la hipótesis asevera: “Estoy convencido de que [la teoría la de bomba biótica] merece un escrutinio sumamente cuidadoso y no la desacreditación general que ha recibido hasta el momento. Podría estar equivocada en algunos aspectos pero estoy seguro que su indagación será útil y productiva. Esa es la naturaleza de la ciencia: no tenemos que decidir si es falsa o verdadera sino que necesitamos colectar todos los datos que nos permitan decidirlo”.



Aunque muchos científicos apenas están siendo expuestos a la hipótesis por vez primera, Makarieva y Gorshkov aseguran que ésta se ha comprobado desde hace mucho tiempo. “La teoría de la bomba biótica no es un modelo, sino que se deriva de principios básicos de física. No nos cabe la menor duda de que, tarde o temprano, revolucionará tanto la física atmosférica como las ciencias ambientales. Estamos enfrentando enormes dificultades para superar la resistencia inicial de la comunidad. Nos encontramos trabajando para continuar desarrollando la teoría, pero es complicado que podamos publicar nuestros nuevos resultados si la gente aún no ha asimilado y comprendido lo que se ha hecho hasta el momento”.



Puede ser que hasta la fecha, Makarieva y Gorshkov hayan sido victimas de las políticas científicas. “Evidentemente”, escriben, “como físicos teóricos rusos no pertenecemos a la comunidad meteorológica internacional establecida y probablemente nuestras voces no sean las más indicadas para ser escuchadas de forma inmediata”.



Sin embargo, Makarieva y Gorshkov observan que cada vez más gente esta reconociendo no únicamente la teoría sino también sus implicaciones. “Cada vez se nos acercan más personas, tanto científicos como miembros comunes de la sociedad. Los ecohidrólogos y los paleobotánicos, a diferencia de los meteorólogos, están tremendamente interesados”.



Recientemente, estos dos científicos han utilizado su modelo para describir los tornados y los huracanes. Fue este estudio, publicado en la revista Discusiones sobre Física y Química Atmosférica [Atmospheric Chemistry and Physics Discussions], el que “evocó el espectro completo de reacciones, desde aquellas que decían que ‘no era publicable en ninguna revista seria’ hasta la sugerencia de que nuestros hallazgos tienen el mismo valor para la meteorología moderna como las ideas de Copérnico para la astronomía”.



Makarieva y Gorshkov aseguran que están dispuestos a tener paciencia hasta que su teoría sea aceptada, pero agregan que “en el caso de la bomba biótica, el reloj corre en contra de la humanidad. La importancia del tema del agua es innegable. Mientras más pronto nuestro novedoso mecanismo se dé a conocer, se discuta, se verifique y sea reconocido por la comunidad científica internacional, más pronto la humanidad tendrá una nueva herramienta con la cual mitigar la actual degradación de los recursos hídricos y sabrá como asegurarlos para las generaciones futuras.



Aunque el tiempo lo dirá, Makarieva y Gorshkov se han anotado un gran punto. Considerando el incontrolable ritmo de la deforestación, el calentamiento global, la desertificación y la seguridad hídrica, el tiempo no está de nuestro lado.



CITA: Douglas Sheil & Daniel Murdiyarso. 2009. How Forests Attract Rain: An Examination of a New Hypothesis. Bioscience, 59.

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